The Pure Creole Season 1
It has been said that in our country we have many differences, that is true, but the truth is that there are not so many and there are more similarities that make up our identity. This is a fun tour of everything that generates feelings of belonging in Colombians.
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The Pure Creole
2008 / NRIt has been said that in our country we have many differences, that is true, but the truth is that there are not so many and there are more similarities that make up our identity. This is a fun tour of everything that generates feelings of belonging in Colombians.
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The Pure Creole Season 1 Full Episode Guide
El capítulo lleva el nombre de la obra con que el artista plástico Bernardo Salcedo tituló su obra sobre la destrucción o no existencia de nuestro escudo nacional. Lección #1 es quizás, la más polémica obra del arte contemporáneo en nuestro país, tal vez por referirse a nuestro escudo, un símbolo oficial, impuesto, y hoy en día, tal vez el más cuestionado. Hablaremos de su historia, su contenido, su diseño y sus transformaciones (una muy reciente). Mostraremos las propuestas hechas por artistas y diseñadores para su reforma, en donde salió ganadora la propuesta hecha por Carlos Duque, propuesta que aunque tiene muchos defensores, para muchos, lo único que logró, fue borrar toda memoria pictórica y gráfica del escudo y poner uno, de nuevo rico, limpio y reluciente pero vacío de contenido y sin ningún tipo de carga histórica.
Boyacá será el epicentro de este recorrido, que se ir{a alternando con el distrito verde de Bogotá, ubicado entre la carera octava y la plazoleta del Rosario y la av. Jiménez y la calle 11, el lugar en donde todos los días se negocian millones de pesos en piedras, sin que existan estadísticas reales de cuánto se producen por estas negociaciones y los muertos que ha generado su guerra. Santiago recorre socavones y calles en un recorrido, no muy alegre, en el que nos cuenta acerca de la explotación y comercialización de éste símbolo, en donde el sudor de guaqueros se mezcla con su sangre, y en donde el azar es la única certeza.
Colombiano que haya consumido chocolatina en los últimos 45 años se ha encontrado y ha visto por lo menos 1 de las 508 láminas del álbum jet, y que son una especie de mito urbano ¿Cuál era, o es, la más difícil? ¿El dodo? ¿La mantis religiosa? ¿El nenúfar? Es extraño pensar que muchas generaciones han crecido buscando una de sus láminas. Que existen iniciados en el asunto. Y también que hay padres que comenzaron a llenarlo y sólo sus hijos logran completarlo. Haremos un nostálgico recorrido por la historia, y las historias tejidas alrededor de este álbum. Es un capítulo lleno de romances, de reencuentros, de conflictos y de anécdotas divertidas que cualquier escritor de telenovelas "incavenecoaztecas" envidaría.
El Magdalena es un río memoria, un importante escenario de intercambio cultural y regional. Nuestro país se tejió en sus riberas y fluye como sus aguas entre la vida y la muerte, el dolor y la esperanza, la alegría y la tristeza de lo que fue y nos espera. Nuestro río grande, es tal vez el símbolo con presencia más fuerte en nuestro país. En sus orillas se ha asentado el 80% de la población colombiana. Este capítulo es un recorrido por su riqueza y diversidad cultural, pero también aborda de cierta manera los conflictos que han vivido sus aguas, sus orillas y sus ribereños. Partiendo desde Girardot y en compañía de Germán Ferro, quien a través de sus investigaciones ha hecho un seguimiento a la historia y transformaciones del río, navegaremos desde su desembocadura, hasta bocas de ceniza.
Este género popular hibrida muchos otros; los corridos prohibidos incluyen canciones de despecho, "narco-corridos", "para-corridos" y "guerri-corridos". Este género surge como un documento popular en todos los rincones del país, que abarca ideologías, amores y desamores de todos los tintes, y que maneja una ética y tal vez una estética, muy particular y cuestionada desde muchas esferas, pero con innegable arraigo e identificación masiva. Desde La Vega, Cundinamarca, y recorriendo algunos otros lugares, Santiago nos habla de los ritmos y las letras de estas peculiares canciones, en donde además nos contará de sus vicisitudes, sus sinsabores y los conflictos que ha enfrentado.
El fútbol profesional en nuestro país ha servido de contrapunto a la violencia desde su inicio, para comenzar el primer torneo profesional se jugó en el 48, año del bogotazo, y aunque no podemos hablar de que es un espejo del país, un partido de fútbol es un ritual en donde nos reconocemos y uno de los espacios que más nos convoca y nos encontramos. Ponerse la camiseta es echarse el país en hombros, y de nuestras derrotas han salido freses como la de "perder es ganar". Ojalá que todas las pérdidas que hemos tenido sean puras ganancias y no nos hayamos dado cuenta. Desde un camerino, Santiago, en compañía de algunos jugadores criollos, nos cuenta pormenores acerca de la camiseta de nuestra selección, que como están las cosas hoy en día, no hay muchos que quieran ponérsela.
Este símbolo tiene grandes detractores, no por sus orígenes, sino porque muchos lo relacionan con un producto mediático del gobierno de turno, pero los mismos detractores reconocen todo el valor y la laboriosidad que encierra esta prenda artesanal. Santiago, desde Tuchín, un municipio del departamento de Córdoba, considerado la cuna del sombrero vueltiao, nos cuenta cómo esta prenda se fue metiendo de a poquitos y se quedó en el corazón de los colombianos y es innegable que a pesar de ese aire de símbolo impuesto, es una pieza que habla de un pueblo, de una región y que está cargada de historia, de geografía y antropología.
"Me tocó criarlo a punta de pura aguadepanela", "con una aguadepanelita se le quita ese frío", "arrópese bien y tómese una aguadepanela caliente con limón y verá como se le quita esa gripa". Quién no ha escuchado a alguna madre de nuestro país (o a la suya!!!) pronunciar alguna de estas frases. Rivas arranca su recorrido por este símbolo desde un trapiche santa-boyaco y nos muestra, recetas, usos, orígenes, historias y la problemática a la que se enfrentan los productores paneleros.
Macondo más que un pueblo, es el país descrito a través de mil voces e imágenes, es una metáfora de nuestra diariedad. Es quizás la mayor abstracción que se ha hecho de Colombia. Tal vez por eso, está vigente en cualquiera de los más de mil municipios de nuestra geografía y también en Bogotá. A través de testimonios de gente del común y expertos, no tan expertos de propios y foráneos, corporizaremos este símbolo tan intangible, que se ha convertido en el reflejo de nuestras maneras de ser, de crear, de sentir y de pensar. Macondo existe, es una materialización de nuestro caos, de nuestro conflicto, de nuestras amarguras y alegrías. Es un pueblo en donde la realidad supera la ficción. Macondo existe y se parece mucho a lo que se describe como el país del Divino Niño.
Aunque no creamos de verdad, verdad, que el trago extranjero es caro y no sabe a bueno, y que todos queremos siempre “lo de mi tierra primero”. Es innegable que pocos sabores evocan tanto la patria, como el sabor de un trago de aguardiente. Cuando se está aquí, cada uno dice que el que mejor sabe es el de su región. Pero cuando se está lejos, “el tapa roja”, “el antioqueño”, “el blanco” o “el cristal”, saben igual. Cualquiera de estos es el más suave, el que menos guayabo da, el que menos daño hace, el que no cambio por ninguno… Rivas arrancando desde el eje cafetero hace un recorrido por cantinas, fiestas de pueblo, licoreras y rumbeaderos, en el que nos muestra sabores y sinsabores de los consumidores de esta bebida.
Entre muchas cosas, todos los países tienen como símbolo de identidad la música. En Argentina el tango, en España el pasodoble, la ranchera en México y el son en Cuba. El ritmo musical que identifica a cada país permanece en el tiempo, casi nunca cambia, en Colombia no nos sucedió lo mismo. Por muchos años el bambuco, nos identifico adentro y afuera, pero luego fue desplazado por la cumbia, que a su vez hoy, ha sido desplazada por el vallenato, una música que no a todos nos gusta, pero con la que todos nos sentimos plenamente identificados y con la que el mundo entero ha comenzado a reconocernos. Desde Valledupar, cuna de este ritmo, Rivas hace un recorrido con protagonistas de la nueva y la vieja ola, con músicos, aprendices de músicos y herederos de juglares y acompañado de caja, guacharaca y acordeón nos cuenta de su historia, sus "sonsonetes" y de su evolución.
Es un divertido y nostálgico recorrido por la historia de esta prenda- símbolo que tiene uno de los orígenes más inciertos, lo que se hace evidente a través de las reflexiones como las que Pilar Castaño, Alfredo Molano y Jorge Veloza hacen acerca de su aparición. Rivas, nos muestra cómo los artesanos, desde muy chiquitos, aprenden a hilar y a tejer las ruanas que han acompañado a colombianos de todas las edades y estratos sociales. Los beneficiarios de la ruana nos cuentan los muchos usos que le dan: es antibalas, impermeable, refrigerante, almohada, cobija, mantel, cama, hamaca, instrumento de trabajo, alcahueta y además una prenda de alta costura. La ruana hace mucho que dejó de ser de uso exclusivo del pueblo raso, para convertirse en una prenda que aparece en las pasarelas de pueblos como Cucunubá y de ciudades como París.
El icono de el Divino Niño es exportado y reconocido como un producto netamente colombiano que tiene la capacidad simbólica de contener la nación. Rivas conduce esta divertida historia donde conoceremos su origen, las pasiones que despierta y la forma particular en que el pueblo colombiano se ha apropiado de este símbolo, que ya hace mucho tiempo superó su connotación religiosa y ahora está en estampillas, billetes, obras de arte y hasta con las orejas de Mickey mouse como el "divino baby".