The Pure Creole Season 2
It has been said that in our country we have many differences, that is true, but the truth is that there are not so many and there are more similarities that make up our identity. This is a fun tour of everything that generates feelings of belonging in Colombians.
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The Pure Creole
2008 / NRIt has been said that in our country we have many differences, that is true, but the truth is that there are not so many and there are more similarities that make up our identity. This is a fun tour of everything that generates feelings of belonging in Colombians.
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The Pure Creole Season 2 Full Episode Guide
Energía y vitalidad, amigos. Aunque de entrada nos parece obvio, gastado y hasta aburrido, con solo sentir su aroma nos atrapó de nuevo. Sí señores, vamos a hablar del café, el símbolo del que todo colombiano se siente orgulloso dentro y fuera del país, esa bebida estimulante que nos despierta cada mañana.
Aunque en todo el mundo la gente se muda, no podemos negar que el trasteo se quedó a vivir en este país y hace parte de nuestra vida social y política. Veamos algunos ejemplos: María del Pilar se trasteó a Panamá, el doctor ternura se trasteó no sabemos adónde, Uribe trasteó a los paras para Estados Unidos, las FARC se trastearon para el otro lado de la frontera, en cada elección que hay en nuestro país hay trasteo de votos, la plata de la salud se la trastearon… Pero bueno, no es de esos trasteos tan sofisticados de los que venimos a hablar, sino de los que se realizan en estos vehículos a punto de desaparecer y a los que queremos hacerles un homenaje: las zorras y los camiones de acarreos, que hacen parte de nuestro paisaje urbano y de la memoria colectiva de los colombianos y las colombianas.
Buenas y santas las tengan susmercedes. Vamos a hablar de un símbolo que se ha discriminado y que literalmente ha sido tratado con las patas: la cotiza o alpargate. Nuestro calzado, símbolo, olvidado y vilipendiado, que para la mayoría de los colombianos es sólo un artículo artesanal, y para otros, un accesorio más, que hace parte de los trajes típicos regionales. Pero déjennos decirles que su uso sigue siendo frecuente en algunas regiones de Colombia; es una prenda que inmediatamente nuestra gente bonita de las ciudades la relaciona al campo y a la ruana. Eso tal vez se deba a que somos un país tan arribista, que todo lo que tenga origen o arraigo campesino o indígena es menospreciado.
Es un disco, pero no se baila, es un disco, pero no suena en ninguna emisora, es un disco pero no es de música, sino de masa de maíz. Es un alimento que para unos resulta bastante insípido y para otros es apetitoso e infaltable. Así que sépale al que le sepa, o incluso no le sepa, no es de arepa que la arepa sea representativa, porque es nuestro plato indígena por excelencia, que sobrevivió por los siglos de los siglos. La arepa es indígena ciento por ciento como Rojas Birry, la Gaitana o la india Catalina, que nunca nos ganaremos con este pinche programa.
Aunque no es una práctica exclusiva de nuestro país, es innegable que el rebusque hace parte de nuestra formas de ser, sentir y sobrevivir. El rebusque está presente en todas nuestras clases sociales, razas, géneros y edades, pues desde niños se nos vende la idea de que un colombiano no se vara y es echa’o pa’lante. Y puede que sea cierto o que así debería ser, pero la frasecita es de doble filo, pues nuestros capos y nuestra clase política, que a veces se encarnan en la misma persona, la han tomado muy al pie de la letra y han hecho del rebusque una práctica non sancta. Pero no es del rebusque de nuestra clase dirigente del que vamos a hablarles, sino del rebusque de gente mucho más decente, del rebusque de la gente de a pie, que recurre a su ingenio criollo y se inventa lo que sea para poder sobrevivir.
Venimos con toooda, con mucha adrenalina, y con un poco de informalidad. Vamos a hablar de una práctica de transporte informal, que si bien no podemos afirmar que es un símbolo patrio, se ha vuelto tan recurrente que hace parte del paisaje de nuestras ciudades intermedias y no tan intermedias, en donde le robaron protagonismo al transporte urbano de buses, busetas y sobre todo de taxis. Nos referimos al mototaxismo o rapimotismo, una práctica laboral repudiada por muchos y amada por los que prefieren andar veloces frente al desempleo y de paso “no quedarse con los crespos hechos”.
Este capítulo habla de una comida popular y sabrosa que no se originó en estas nobles tierras sino que llegó con los españoles, y que aunque se consume en toda América y podríamos decir que en todo el mundo, nosotros la adoptamos y la transformamos, hicimos su versión criolla: la empanada chibchombiana. Y eso sí, les aseguramos que no hay habitante de estas tierras que no crea que la mejoramos, y que la nuestra es la más rica, de aquí a Pekín. Estamos seguros de que tan pronto termine este capítulo, todos ustedes saldrán corriendo a comerse una crujiente y apetitosa empanada, que no solo es el alimento bandera en tiempos de guerra, sino símbolo graso de nuestro paladar criollo. Buen provecho.
De júbilo nos llenamos al presentar este símbolo. Pero antes de continuar, les pedimos el favor a los que están acostados, sentados o en cuatro que se pongan de pie, a los que tengan sombrero, peluca o peluquín que se los retiren, los que estén a caballo tomando tinto, por favor apéense... en pocos minutos comenzará a sonar el “disco” más escuchado y tarareado en nuestro país, y no solamente porque en todas las emisoras suena dos veces al día. Se trata de nuestro himno nacional, un símbolo que perdura por tradición, por ley y sobre todo por terco… pues, junto a la bandera y el escudo, el himno hace parte de nuestros símbolos patrios oficiales, y frente a eso no hay nada que hacer, gústenos o no; ese es, y como la madre, himno no hay sino uno, y con disgusto para muchos, al parecer, seguirá inmortal.
Salud y alegría, nostalgia y sabor, pero no de esa comida ni de esos platos que preparaban la abuela o la mamá, sino de música. Esa música que ellas bailaron y que durante décadas acompañaron las celebraciones familiares, las fiestas populares, y que aún escuchamos tooodos los fines de año. Y no hablamos de los villancicos, sino de la música tropical bailable, el chucuchucu, la raspa… llámenla y báilenla como quieran.
¡¡Cerdo, puerco, chancho, marrano, cochino, guarro, lechón!! El programa de hoy va a resultar poco atractivo para los vegetarianos. Los nutricionistas nos podrán acusar de intento de homicidio. La sociedad protectora de animales protestará por el crimen y los judíos nos acusaran de sacrílegos. Pero no importa, son riesgos que nos atrevemos a correr porque en un país pluri, multicultural y plurigastronómico como el nuestro, el plato símbolo de este capítulo, a pesar de sus más de mil calorías, su abundante grasa y de las prohibiciones médicas, tiene muchos adeptos, fanes y apasionados consumidores, que por obvias razones la prefieren por encima de un saludable brócoli o de una inofensiva ensalada de lechugas.
Alisten el tocadiscos y el long play del himno nacional cantado por Carlos Julio Ramírez, Juanes, los Kogui, Claudia de Colombia o incluso Amparo Grisales, porque estamos seguros de que van querer escucharlo, pues se van a sentir orgullosos de ser colombianos, porque aunque no aparezcan en libros de la NASA o demás agencias lunáticas, van a conocer compatriotas con gran talento, capacidad y creatividad que han inventado soluciones que nos han mejorado la vida. Vamos a hablar de tecnología criolla, y no la usada en las chuzadas ni en la de los inventores del Excel donde Samuel llevaba sus cuentas, sino de la caserita, de la del día a día.
¡Entuuusiasmo, arriba ese ánimo!, porque nos vamos de celebración, y en Colombia siempre hay motivos para celebrar: coronar un cargamento o una falsa desmovilización, no perder la curul a pesar de estar preso, la adjudicación de una notaría, la echada de la plancha en la casa, y la preferida entre nuestra clase dirigente: la celebración indebida de contratos. Pero también tenemos celebraciones ingenuas y rosa, como la de las fiestas de 15 años. Las insufribles e impersonales fiestas de 15, que aunque no son una costumbre exclusivamente colombiana, es la que más evidencia el espíritu criollo, y no el espíritu criollo a secas, sino el espíritu criollo arribista. Pues están rodeadas de un protocolo que incluye valses, tiaras, vestidos rococó, tronos y una corte militar con sables, que ni Bolívar ni Uribe ni siquiera Simbad la tuvieron.
Cargado de buena energía, potencia y fortuna llega este capítulo. Y ojo, no es que queramos pasar por algún Salomón o Wálter Mercado; simplemente es porque vamos a hablar de brebajes, pócimas, yerbas, alimentos y todos los menjurjes que los colombiano usan para alcanzar el éxito y la prosperidad o para tener un mejor desempeño sexual en la cama, la sala, la lavadora, el ascensor o donde quiera que su creatividad le dé.
Nos vamos a dar el chance de hablar de patas, uñas y demás, pero no por que esta sea la sección de belleza de algún noticiero, no, sino para hablar del chance, ese juego de azar en donde los colombianos juegan la pata, la uña, el pleno y el superpleno, y ponen en él toda la ilusión de mejorar su vida, pues saben que con nuestra clase dirigente no hay ningún chance de que este país mejore.
Siempre estamos a la espera de una chiva. La chiva que nos llega tiene que ver con muchos colombianos y está ligada a su trabajo, a su cotidianidad, a su forma de producir y celebrar. Y la vamos a soltar: ¡la chiva que llega es la chiva!... ese pintoresco bus escalera de fabricación totalmente artesanal y elaborada decoración que en muchos municipios y regiones del país sigue y seguirá trasteando corotos y bultos como pasajeros y a pasajeros como si fueran bultos.
Este es un capítulo de nuestras raíces. Pero no de nuestras raíces en general, sino de una en particular, la más famosa y apreciada: la papa. Sí señores, como diría el cónclave vaticano, “habemus papa”. Este tubérculo es uno de los alimentos de mayor arraigo y tradición en Colombia y uno de los más consumidos en el mundo. Desde el momento mismo que empezamos a comer de sal o de dulce, eso va en gustos, y aquí respetamos las opciones sexuales, aparece la papa: la primera comidilla que nos dan cuando bebés es la “papilla”, y de ahí en adelante la papa siempre aparece en cualquiera de sus infinitas presentaciones.
El Sagrado Corazón, originario de Francia, es un símbolo religioso que nos ha acompañado desde el siglo pasado como protector y garante de la paz, en un país tan católico como Colombia. En el capítulo se analiza su nacimiento, apogeo y pérdida de importancia para el país, relacionada con la Iglesia del Voto Nacional y con los inconvenientes que ha enfrentado con un estado laico que legalmente no lo puede reconocer como el patrón de los colombianos.
Este capítulo es sobre un símbolo que, con mucho filo y potencia, se relaciona con nuestro trabajo del día a día, con la configuración geográfica de Colombia y con nuestras luchas, históricas y presentes. El machete es el brazo de acero de este país tan trabajador, tan pujante y a la vez tan violento que representa nuestra parte más astuta y adaptable, pero también la más violenta e irracional de todas.
El Chocoramo, ponqué que por más de 60 años ha hecho parte de la dieta de varias generaciones y que aún sigue ganando fanáticos, es uno de los símbolos de la colombianidad, tanto así que los residentes en el exterior esperan que en la visita de un compatriota haya al menos una docena de ellos en la maleta. En el recorrido se recrea su nacimiento, cómo los consumidores lo han apropiado a su vida cotidiana y la pasión que sienten por este ponquecito que vende al año 180 millones de unidades y genera cuatro mil empleos directos.
Este capítulo es un relato polifónico en el que orgullosos colombianos de varias generaciones cuentan todo lo ocurrido en torno a un objeto legendario, origen de una de las más grandes grescas de nuestro país. La trifulca generada por la rotura de El Florero de Llorente es sin duda el hecho histórico que más conocemos los colombianos, gracias a nuestras maestras de primaria, y a que el suceso desembocó en el acto fundacional de nuestra patria.
La mochila es tal vez el elemento indígena que más ha perdurado en nuestro país. Las hay tan diversas como zonas en Colombia hay; se tejen en diferentes colores, formas y materiales. En los últimos años han cobrado más auge, convirtiéndose en un elemento fashion o chic. En este capítulo se indaga sobre la mochila: su historia, proceso de elaboración, sus diseños e industria, especialmente de las que tiene más tradición: la arhuaca y la wayúu.
Sin duda alguna, el sancocho es nuestra sopa nacional. Y no porque el ajiaco, el mute, el caldo, la changua, la mazamorra o el mondongo no sean deliciosos, sino por la diversidad de versiones con las que se prepara, de acuerdo con las tradiciones e ingredientes de cada región, y porque se ajusta a los diferentes tamaños de bolsillos de sus felices comensales. Este capítulo aborda orígenes, ingredientes, preparación y tradición del siempre bien recibido sancocho.
El deporte se hace presente en Los puros criollos gracias al tejo, juego milenario practicado por los indígenas que habitaron lo que hoy es el municipio boyacense de Turmequé, quienes emulaban con el lanzamiento de discos de oro macizo el recorrido del sol sobre sus montañas. Aunque algunos creen que es una actividad para borrachos, muchos lo consideramos el deporte nacional, al ser Colombia su epicentro y por la creciente práctica que tiene en diferentes edades y regiones del país.
Las serenatas nacieron muchos siglos antes que nuestro país. Una de las más famosas es la que se dice interpretó el emperador Nerón con su lira mientras ardía Roma. En nuestro país tiene sabor a mariachi y a bolero, pero se ha visto enriquecida con grupos que interpretan otros ritmos. Quienes las brindan a sus parejas tienen, entonces, un buen espectro de sonidos para escoger, y sus intérpretes, una manera digna y dura de arrancarle algunos pesos a la noche.
El capítulo explora el tamal, uno de nuestros símbolos culinarios, que requiere de diversos ingredientes y preparación, de acuerdo con la región del país de la que sea originario. Incluso no es exclusivo de Colombia: se prepara ancestralmente en varios países latinoamericanos, con un arte y un oficio incomparables. También se muestra el cultivo, producción y comercialización de la hoja de plátano, fundamental para el tamal.
Este capítulo indaga en una de las publicaciones que si bien es de origen gringo, es una de las más antiguas que se distribuyen y consultan en Colombia: el Almanaque Imprescindible de Bristol, librillo de edición anual que ha acompañado a más de una generación de colombianos en la toma de decisiones acerca de la agricultura, la pesca, el futuro, la belleza capilar, etc. Colombianos de diferentes regiones opinan sobre esta publicación, conocida como la biblia de los campesinos.
Recorrido por todo lo relacionado con el Renault 4, un pequeño carro francés que adaptamos y apropiamos como si fuera nuestro, a tal punto de haber recibido los motes “el carro colombiano” y “amigo fiel”. Hubo al menos uno de estos carros en nuestras familias o conocemos a alguien que tuvo uno. Muchos aún ruedan por las carreteras del país, algunos con adaptaciones o toques personales.
El símbolo de este capítulo es la chicha, la verdadera bebida alcohólica colombiana, que tiene como ingrediente principal el más simbólico de nuestros alimentos: el maíz, que se fermenta. Se explora sus orígenes indígenas, la preparación, la importancia de su consumo en algunas regiones de Colombia y las prohibiciones a las que ha sido sometida en diferentes épocas.
Una encuesta reveló hace algunos años que para los colombianos el primer evento cultural del país es su reinado nacional de belleza; nos identificados con él y con los más de 150 que se celebran en nuestro país. A muchos les puede parecer banal, cursi, ligth, pero es innegable que las reinas son un símbolo de nuestra amada patria; aunque no tengamos monarquía es innegable que somos un país de reinas.